LOS RESTOS DEL 31

En muchas partes del mundo es tradición y casi obligación comer al día siguiente de Navidad o fin de año lo mucho o poco que hayan dejado los "buitres" la noche anterior. En algunos casos la comida llega a saber mucho mas suculenta 24hs mas tarde. En otros casos sigue siendo incomible. Pero el 31 (estoy hablando del 31 de diciembre, cena de año nuevo, por si algún distraído no entiende) no sólo nos deja la heladera atiborrada de sobras o la cocina llena de platos sucios...

El 31 y para ser mas concreto, las fiestas como un todo, son fechas que dejarán profundas marcas en nuestros corazones (lo digo literalmente, sino controlen su colesterol estos días). Navidad y año nuevo traen consigo un arsenal de tentaciones a los que pocos logran resistir. Turrones, maní con chocolate, pan dulce, helado, champagne...No estoy enumerando, simplemente recordando algunas de las cosas a las que no les pude decir que no.

El 1° de enero nos deja muchas lecciones. La fundamental es: El año es nuevo, tu organismo no. Con 35 Navidades encima, de las cuales 15 como diabético, dejenme decirles que esto mas que una lección es una máxima. El cuerpo ya no es aquel "junco que se dobla pero siempre sigue en pie".

A las pruebas me remito. En primer lugar debo aclarar que vengo "golpeado" de un par de días antes de la Navidad. Mi pasión por Boca Juniors casi me lleva al oriente eterno. Fui al estadio a ver la final contra San Lorenzo. Previendo que el acceso sería tumultuoso llegamos con 3 horas de antelación. El único problema es que uno de mis compañeros calculó (mal) donde nos convenía sentarnos según la ubicación del sol y el supuesto recorrido que haría hacia su puesta en el atardecer. Conclusión: El sol nos pegó de lleno desde las 3 de la tarde hasta las 8 de la noche, con la pequeña salvedad que ese día la temperatura trepó a 36°C (unos 97°F). Nos cocinamos a fuego lento. Lo único que hizo mas llevadero el sufrimiento físico fue el hecho de que mi equipo ganara 3 a 1. Pero les juro que la sonrisa se me borró rápidamente cuando llegué a casa con la cabeza a punto de estallar y todavía humeando.

del 2008 no te olvidás mas
La jodita me duró hasta los primeros días del 2009. Tras el golpe de calor, que mas que golpe fue golpiza, mi temperatura corporal trepó a 37°7 de media. Todos saben lo molesto que es tener un estado febril. El cuerpo se acalambra, nos ponemos molestos, irritables e insoportables. Nuestras glucemias, como con cualquier cuadro infeccioso, se alborotan. Es como ir cabalgando tranquilos con las riendas en mano y que, repentinamente, a nuestra yegua le agarré un episodio psicótico y se ponga a galopar como enardecida. ¿Les pasó alguna vez?. Bueno. Así de fácil es controlar las glucemias cuando el cuerpo anda en huelga.

Año nuevo lo pasé con la familia de mi amada mujer y con 38° grados de temperatura. No sabía si lo que me había pegado era el alcohol o el llevar 14 días con el "termostato" fuera de servicio. Lo que se dice un año nuevo inolvidable.

De a poco la temperatura fue volviendo a valores normales y las glucemias, muy educadas ellas, optaron por lo mismo. La endocrinóloga me hizo hacer una serie de estudios para descifrar el misterio de este cuadro y resulta que, efectivamente, los monocitos (unos monos muy simpáticos) y los linfocitos andaban como que emputecidos.
Ergo algo no cuadra y sigo sin indisponerme.

Esta mañana fui a ver al Médico Clínico para seguir con mi gira por laboratorio y hospital que me encuentre. El tipo, obviamente, me manda a hacerme mas estudios.
Acostumbrado a la vida de fakir, le esbocé una sonrisa picara y, telepáticamente, lo mandé a la p... madre que lo remil parió.

Mañana o pasado vuelvo al laboratorio y luego a esperar los resultados. Sigo sin indisponerme pero ya se han encauzado todos los numeritos que rigen mi organismo, lo que me da mas tranquilidad para esperar estoicamente lo que venga.