Un cuento de Navidad


Un cuento de Navidad” o “A Christmas Carol” es una obra de Charles Dickens que fue publicada en el año 1843 y narra la vida del viejo Scrooge cuya avaricia lo hace merecedor de la visita de 3 peculiares fantasmas que le hacen ver las consecuencias de sus actos en el pasado, en el presente y en el futuro. Al final el viejo Scrooge se da cuenta de que puede enmendar las cosas y decide el día de navidad dar alegrías a todos los que lo rodean.

Tranquilos. Para estas fiestas está previsto que pasen la adaptación de la novela 237 veces en la tele por si queda en la tierra una persona que no la haya visto todavia. Yo, como tantos, ya casi me conozco los dialogos de memoria. Esas peliculas de relleno que sirven, pura y exclusivamente, para que la tediosa espera de la medianoche sea mas llevadera y que te deja pensando. Pensando porqué no te llaman todavía para ir a comer ese suculento pavo/pollo/canario que tu madre ha estado preparando desde las 8 de la mañana.

La vida del viejo Ebenezer Scrooge (protagonista de la novela) es, en muchos aspectos, parecida a la mia. Yo tambien soy gruñon y tacaño. La diferencia es que no fumo de la que fuma él y nunca me visitaron los fantasmas y jamas le compraría un pavo al Cratchit de turno. Ni siquiera un bigmac.

Dejando un poco a Dickens de lado pero tomando prestado el enfoque que hace sobre la reflexión de nuestras acciones cotidianas como origen de nuestro devenir, quería, como Scrooge (pero sin alucinogenos) pasear con mis fantasmas del pasado, del presente y del futuro. No pongan esa cara. Cuando terminen de leer van a entender adónde apunto.

El fantasma de las Navidades pasadas

Me remonto a 1994. Mi primera Navidad con Diabetes. Bah, en realidad la segunda ya que a fines de 1993 ya estaba saboreando las mieles de la enfermedad sin todavia saberlo. Sufría de toda la colección de sintomas (sed, hambre, perdida de peso...) pero todavía el diagnóstico no era "oficial". Recién en enero del ´94 me desayuné la noticia via análisis de sangre.

Mi primera Navidad con Diabetes fue complicada. 12 meses despues de debutar como diabetico las cosas todavia no me terminaban de cerrar. Inmerso en la misma e inconducente pregunta que uno se hace en estos casos (¿Porqué a mi?) pasaba por un momento de mucha angustia e incertidumbre. Me habían dado vuelta la vida y no conseguía entender demasiado. De un día para el otro no podía comer tal o cual cosa, tenía que hacerme controles con tiras reactivas, tenía que tomar medicamentos...Era como levantarse del piso sin saber que carajos nos había golpeado. Para mi fue como recibir una derecha de Tyson. Seguía grogui y con escasa capacidad de reacción. Las fiestas eran una tortura. La mesa estaba plagada de prohibidos y de cosas ricas. A mi me tocaba el postre light mientras al resto le tocaban los turrones y las almendras bañadas en chocolate. Nunca me sentí tan distinto. Tan diferente. Tan mal.

Un par de Navidades mas tarde las cosas se fueron acomodando. Dejé de pelearme con la enfermedad y procuré tener una relación mas llevadera. No eramos ratón y queso pero estabamos mas tranquilos. El tiempo y la experiencia me fueron enseñando a perderle principalmente el miedo a la enfermedad. La nefasta batería de consecuencias con las que bombardean al diabetico (desde ceguera hasta amputaciones pasando por impotencia y mal aliento) ya no me quitaban el sueño. Comprendí que haciendo las cosas bien y cuidandose mucho uno puede vivir una vida plena y auyentar cualquier pronóstico tremendista. Para la Navidad del 98 ya me comía un par de almendritas con chocolate y un heladito común a la par del resto de la familia. Nuevamente el tiempo me hizo entender que torturarse con no comer algo a veces es peor que comerlo con moderación...

Como con las bicicletas ya había logrado sacarle las rueditas a la diabetes y andar bastante derecho y sin tantos magullones...


El fantasma de las Navidades presentes

De la misma manera que el misterioso origen del pobre Santa Claus dejó de serlo cuando cumplí 17 años (nunca me destaqué por mi inteligencia) algo similar ocurrió con las tambien enigmáticas raices de mi querida dolencia. No es que haya dejado de creer en ella. La muy p... no me lo permite. Lo que si hice fue dejar de darle tanta manija. En las mas recientes navidades (no me gusta decir ultimas porque suena a que me quedan dos o tres) apunté a la moderación. Apuntar apunté. El tiro salió desviado en muchas de ellas y en una o dos dí en el blanco. La idea es no volverse loco como Padre Grassi en jardín de infantes. Comida hay en cantidades industriales. Carbohidratos tambien. Hay que procurar dejar de costado la mentalidad "tenedor libre" y tratar de hacer un ejercicio mental en el que nos preguntaramos :¿Si tuviera que pagar la cena despues de comer, comería todo esto?. A mi me resulta porque soy muy tacaño. La cosa pasa por comer un poco de todo, para no quedarse con las ganas, pero sin abusar. Un par de copas y no de botellas. Una porción de helado y no medio kilo. Un puñado de almendras bañadas en chocolate y no una caja.

Cambiar la cara de victima del diabetico que aun piensa que la familia preparó todas estas cosas tan ricas SOLO para mofarse en su cara de su dolencia. Horas y horas amasando y cocinando SOLO para cagarse de risa de nosotros. Vamos muchachos ya fue. Ya pasó. No seamos duros con ellos. Muchos opinan (yo lo hacia) que ellos deberían probar nuestros exquisitos postres light para darse cuenta de nuestro calvario. Tenemos muchísimas mas alternativas que las que había hace 10 años (creanme, yo tuve que comer galletitas sin azucar tan ricas como alimento para perro).

Las Navidades dejaron de ser una tortura psiquíca. Las disfruto a la par y como y bebo a la par. Siempre con la Novorapid a mano y con los numeros de mi glucemia presentes. Ah!!! Detalle importante para los mas jovencitos! Yo hace muuuuuuucho que no salgo a bailar despues de la cena de Navidad. Para baile tengo a mi hija. Pero si van a salir a bailar RECUERDEN que es una actividad fisica importante (salvo que solo vayan a sentarse a la barra a seguir tomando) y por ende tenemos que pensar en el desgaste de energia que implica a la hora de ver con cuanta insulina nos corregimos...Unas pastillas de glucosa a mano siempre vienen bien.

¿Ven? No es tan terrible. Los fantasmas de las Navidades pasadas se pierden entre el humo que emana de la parrilla. El presente es dulce y en nosotros está el que no sea demasiado empalagoso. Salud!


El fantasma de las Navidades futuras

La visita del fantasma de las Navidades futuras no hace mas que confirmar una cosa. Tengo que cambiar ya de dealer. Lo que me vendieron me está pegando para el carajo. Sin decir una sola palabra, me extiende su mano. La tomo con fuerza, como cuando los chicos van a cruzar la calle con sus padres.

De pronto todo se obscurece. La misma nada. Hago esfuerzos inútiles para tratar de divisar algo entre tanta tiniebla. A pesar de no verla sigo sintiendo la mano del fantasma apretandóme cada vez mas fuerte. Tan fuerte que hace daño. Calculando, a grosso modo, donde puede llegar a estar su pierna, le aplico un certero puntapié en el tobillo para que no me apriete tan fuerte. No solo no lo hace sino que me devuelve el patadón. Todo sin decir una sola palabra. Me señala un punto blanco que, sin aviso, comienza a hacerse cada vez mas grande. La imagen se ajusta como lo hacían los televisores antiguos. Un cuadro que se retuerce y va tomando nitidez a medida que se agranda. Si esto es el futuro está claro que este fantasma no cuenta con High Definition. Como si se diera cuenta que estoy pensando en cualquier otra cosa me vuleve a señalar la imagen que, por la magia de la imaginación, nos envuelve.

El vacio infinito que nos abrazaba hace unos instantes se transforma en una casa que no logro reconocer. Todo me es extraño. No hay gente pero está llena de vida. Incluso hay una taza con café todavia humeando. Encima de un mueble finalmente reconozco un portaretrato que nos regalaron el día nuestro matrimonio. La foto acusa el paso del tiempo pero no así la felicidad que siguen derramando nuestros rostros en esa instantánea. Algo, sin embargo, no está bien. Un frio que me paraliza recorre mi espalda. Plegada a un costado de la biblioteca hay una silla de ruedas. Es mia.

Como si hubiera un apagón, desaparece todo lo que nos rodea. El fantasma comienza a pasarme "diapósitivas" de mi futuro. Mejor dicho, mi futuro en diapositivas. La secuencia no guarda un orden cronológico. En la primera (o la úlitma) veo a mi hija y a mi mujer abrazadas llorando. En la siguiente creo reconocerme entre un manojo de tubos en la cama de un hospital. Luzco espantosamente flaco. Como un pestañeo las imágenes aparecen y desaparecen. En la tercera se me ve sentado en la misma silla de ruedas que reconocí en la casa. Me faltan las dos piernas y tengo cara de odio. En la siguiente solo me falta una. En la otra desaparece la silla pero se me ve esgrimiendo un bastón. El fantasma sigue bombardeandome con imagenes que me van dejando sin aliento. No hace falta que me diga nada porque lo que me muestra es suficientemente elocuente.

Se termina el carrusel de diapositivas con la imagen de la llegada del fantasma. La luz se proyecta en la penumbra y el fantasma aprovecha para hacer sombras chinas. Primero hace un conejo. Luego un perro y finalmente un cocodrilo. Supongo que trata de ponerme de buen humor. Yo estoy hundido entre mis manos. Tratando de entender como pude llegar a descuidarme tanto como para que mi vida se consuma como una vela.

Entonces saca el carrusel y pone otro. Como suele ocurrir con las diapositivas, la primera sale patas para arriba. La acomoda y comienza a mostrarme las imágenes de este segundo carrusel. La primera (o última) me muestra junto a mi mujer sentados en un parque. Ambos lucimos muy mayores. Muy viejitos pero con una mirada aun llena de vida. La segunda nos lleva al nacimiento de mis nietos. Derramo unas lagrimas al ver a Sara con su hija en brazos. Otra mujer que aun no conozco tambien aparece con un bebe precioso en andas. El recorrido me lleva al casamiento de Sara, a su graduación, a su primer día de clases. Nada absolutamente parece apuntar a mi salud. Todas las diapósitivas me devuelven momentos llenos de vida y de alegria. Con la imagen de Sara en el jardín de infantes se termina el carrusel. El fantasma esta vez junta sus manos para hacer sombras chinas de una paloma, un elefante y finalmente un monito. Lo dejo hacer payasadas porque es su forma de ponerle onda a su ingrato trabajo. Se lleva el proyector y me deja en el mismo lugar de donde partimos.

Del pasado recuerda, del presente valora y construye porque el futuro florecerá con lo que siembres hoy...

Comentarios

Anónimo dijo…
para cuando el presente??? los asiduos del blog estamos impacientes!
Anónimo dijo…
debo decir que me siento una boluda por que estoy llorando... me encanto.
Anónimo dijo…
La mejor parte, sin duda, es la del futuro. El segundo carrousel, desde luego. Aunque el primero está muy bien escrito.
Esperemos hacer sombras de palomas elefantes y monitos por muchos años más.

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