MEN AT WORK


De chico, cuando me preguntaban que quería ser cuando fuera grande, yo respondía que quería ser feliz. No caía en la respuesta clásica de aquellas pequeñas almas que se inclinaban, generalmente, por el sueño de ser policias o bomberos. Clara tendencia a actividades autodestructivas y a infancias llenas de angustia y dolor. ¿Quien en su sano juicio querría morir carbonizado o baleado por un vil ladrón de gallinas por un miserable sueldo?. Yo no.

La felicidad es un concepto muy amplio. Cada uno de nosotros sabe que cosas nos provocan esa sensación de placer. Para unos la felicidad es un helado, para otros un viaje y para otros, simplemente, rascarse la nariz y extirparse un moco. Perdón por ser tan gráfico pero necesitaba que quedara claro que la felicidad es un concepto heterogéneo. Lo que lleva a preguntarme el porqué de mi busqueda de la alegría como meta, como proyecto a futuro y no como fruto de lo cotidiano. Aquí nos adentramos en la idea de valorar.

Los tiempos modernos se rigen por dos leyes: la ley de lo efímero y la ley de "quien la tiene mas grande". En una sociedad tan exitista como la nuestra no hay lugar para mediocres...bah...si, pero no es un lindo lugar. Se los aseguro. Todo es ahora. Todo es ya. Confundir los tiempos y vivirlos "a mil" hacen que la felicidad dure lo que dura un orgasmo (para los que no recuerden lo que es un orgasmo les cuento que es...¿que era un orgasmo?). Independientemente de aquellas personas que se jacten de ser multiorgásmicas la idea de entender la felicidad como un instante y no como un todo, caen en la bastardización del concepto. ¿Que hacemos cuando gozamos de esos segundos de felicidad equiparables al orgasmo? ¿Nos damos vuelta y a quien le decimos que se vaya yendo a su casa?...

La segunda ley es bien gráfica. La sociedad que nos a-coge tiende a valorar de curiosas maneras a aquellos que tienen el auto mas grande, el mejor sueldo o la mejor cirugía. Grandes valores de una sociedad enferma que manda a sus científicos a lavar los platos. ¿Resentido yo?. No. Simplemente que no entro en el juego. Yo no me preocupo por llegar a Felicidad como meta. No a la Felidad que nos venden.

Felicidad no es el destino sino el camino que transitamos hasta llegar a ella. El paisaje, las casitas al costado de la ruta, las vacas pastando (aprovecho para reiterar mi apoyo a las retenciones). Suponer que a Felicidad se llega tomando ruta 2 es tambien suponer que para todo lo demás está Mastercard. Estará el fanfarrón que le contará a sus "amigos" que llegó a Felicidad en 2 horas en su Ferrari Testarossa.

El problema con la Felicidad enlatada es que una vez que estamos no sabemos que mas hacer con ella. Pasa a ser un objeto mas de nuestra interminable lista de caprichos y la pondremos, al rato nomás, al lado de la minipimmer, de la multijuguera y de todos los productos que le compraste a Sprayette (desde el nicer dicer hasta el casco hansen).

Felicidad es eso que te está pasando en frente de tus narices sin que te des cuenta.

Felicidad es tener una enfermedad incurable y , a pesar de ello, entender que lo verdaderamente importante está al alcance de mis manos. Basta con sentir las pataditas de Sara en el vientre de mi esposa.

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